miércoles, 16 de agosto de 2017

ABL/ConTextos Peace Literacy Conference 2017


Han sido semanas extrañas. Desde que llegué a Boston hace ya un mes, el mundo se transformó para mí. Conocí gente que nunca imaginé, estuve en lugares de los que había oido pero fueron tan diferentes a como los había imaginado. Un poco más de dos semanas lejos de mi familia, extrañando a mi esposa, a mi hija adolescente y a mi hijo pequeño de tan solo un año. Pero el tiempo fuera de casa, valió la pena. Valió la pena la transformación. En los últimos años, me había hecho la idea de que las conversaciones sobre el color de la piel, las pláticas sobre las diferencias socioeconómicas, eran sencillamente aburridas y que no mostraban más que la involución de la humanidad al estancarnos en cosas tan triviales. Sin embargo escuché mucho de eso y entendí el porqué seguimos poniendo atención al tema. Nunca se ha ido porque es más la gente que divide que la que une y eso es una lucha constante porque va más allá de lo evidente. La injusticia no se acaba solo porque evitamos hablar de ella y cada contexto lo sufre y lo combate de diferentes maneras.
Luego, estaba en mi casa de nuevo con mi familia, mis perros y el hermosos clima lluvioso y húmedo del trópico. La semana de vacaciones fue extraña. A veces ese tiempo puede cansarte más de lo que puede ofrecerte descanso. Pero fue un buen tiempo para reconectar con mis responsabilidades y dejar de sentirme seguro como era en Estados Unidos. Esta última línea la pienso una y otra vez, pero no se me ocurre escribirla de una manera diferente.
La siguiente semana volví a abrazar a cinco de mis nuevos amigos de los que me despedí no hace mucho: Rich, María, Alan, Rex y Amaryllis. Los sentí como amigos de años, después de todo lo que habíamos compartido en aquel cuarto de paredes negras y de luces de escenario de la Phillips Academy. Sentí que se cumplía un deseo, no solo mío, si no también de mi organización. La experiencia de Bread Loaf llegaría a nuestro docentes y a nuestros estudiantes. Por alguna razón, casi todo mi equipo estuvo involucrado desde el inicio, pero yo no. Entendí que mi experiencia era valiosa en otro momento, pero mi única petición fue poder participar en el viaje a Perquín porque me encanta la gente, la historia y lo que estamos haciendo con ellos. Aunque me perdí de momentos muy importantes como la conferencia de los docentes, me hubiese encantado estar ahí. 
Ese mismo día de la conferencia de los docentes, Daisy, Diana y yo estuvimos en uno de los Centros de Inserción en una sesión de preparación con nuestros nueve nuevos autores. No puedo describir en palabras el brillo que pude ver en sus ojos al ver la versión final impresa del libro que han escribiendo por tres meses y con el cual se han enfrentado a sentimientos que al igual que yo, habían estado ignorando o subestimando. Su sonrisa infinita me dio esperanzas y me arrepentí de haber querido estar con los docentes cuando estaba en el lugar en el que mi trabajo es igual o más importante. Con mis estudiantes.
Cada día de la conferencia fue una aventura, la mayoría de la gente dice que una Montaña Rusa, no sabría si estar de acuerdo con eso porque para mi fue algo más local como un columpio hecho de una llanta vieja, subimos y bajamos siempre con la misma emoción de la primera vez. Las emociones florecieron. Redescubrimos, aprendimos y desaprendimos. Construimos y deconstruimos y fue interesante leer de este proceso a través de los ojos de nuestros visitantes. Este fue el poema colectivo que hicimos en una de nuestras cenas con las incansables Pupusas, en diferentes idiomas: Español, Salvadoreño, Inglés, Navajo, Tz`utujil y Kaqchikel acerca de esas nostálgicas montañas de la sierra fronteriza:

En Perquín...
En Perquín, conecto mi corazón a la tierra. Recuerdo que aún existe la humildad.
Admiro todo, el paisaje y los niños que escriben con orgullo. Siento un mundo despertar.
En Perkín, nuestros poetas son la ventana en el rostro de un país chiquito… quiero morir aquí. Pinos, cipotes y lucha en mi corazón. Revolución.
En Perquín vuelvo a recordar la sangre que corrió para que hoy haya esperanza.
En Perquín, mi corazón se hace 7 veces más grande con cada abrazo.
Aquí, he vivido una muy bonita experiencia al lado de diferentes y muy bonitas gentes.
Los niños y los jóvenes me enseñaron como ser escritor.
En Perquín, me desconecto del resto. Tan solo aquí, en la grandiosa tierra de semillas.
En Perquín, hablo con mi nuevo hermano, aprendo como mantener viva la memoria.
Tz`utujil - Entendí que somos la tierra con todas sus huellas. – Xin wetamaj chi` oq ulew ruk`in noje`l taq retal.
Kaqchikel-Wawe nin na´ chupan nu´ wachóch - Aquí, me siento en casa / Noj’el  r’i’ rex q’o chuij -Todo lo verde me rodea / y el silencio me suplica que debo escribir para mí, sin temor a equivocarme.
Perquín was awesome! Tucked away into the side of a mountain, it´s a wonderful nesting place for young talent, ready to soar above the sorrounding mountains!
Navajo-Perquin éí bohónéedzą́ągo haz'ą́. Nizhónígo dził niit'aajį' áłchíní bá hahodít'é
Nizhónígo nídiijée'go dzil binaa ahéédaaz'áada yiláahdi deiíkáah doo.
He aprendido que es prohibido olvidar nuestra historia.
En Perquín, I learned that poetry is a universal language.

Here, students will ride for an hour in the back of a truck and arrive enthusiastic to write and share.

Ahora, sentado en mi escritorio, veo por la ventana las flores de "Cinco Negritos" con la música de Paco de Lucía en mis oidos... disfrutando el recuerdo de cada momento en el que me sentí parte de un gran todo. Volví a creer que no hay causas perdidas. Recordando nuestra celebración de Soy Autor del pasado lunes. Una cabeza rapada, camisas holgadas y manos sudorosas. 11 nuevos libros, 11 historias contadas de millones. Soy feliz y no hay otro lugar en el que desearía estar.
El próximo viernes teníamos en nuestro calendario la próxima celebración de otro de los centros. Ha sido pospuesta hasta nuevo aviso por medidas de seguridad ante los eventos de violencia entre los internos. Dos de ellos han sido brutalmente asesinados por sus mismos compañeros. Pienso mucho si por los mismos que son capaces de tomar un lápiz y escribir sobre paz o participar en un drama sobre transformación, no se si ellos también participaron pero me resuena la pregunta: ¿Qué incidencia tiene mi trabajo en este contexto cuando no es muy diferente estar dentro o fuera de una celda? 
Yo no puedo cambiar mi país, es demasiado amplio. No puedo crear una ley que mejore las condiciones de millones de niños y niñas no privilegiados. La decisión  es de otros que se toman la libertad y el poder de decidir por todos, buscan protagonismo o que su hambre de poder va más allá de sus escrúpulos y como en todo escenario buscan que los demás guarden silencio, siempre hay alguien que quiere el crédito para alimentar su ego o compensar algún complejo. Pero en medio de esta pelea de perros en mi cabeza y en mi estómago, pienso en lo que si está en mis manos, en lo que es mi responsabilidad hacer. Es en este momento en el que mi convicción debe fortalecerse con el espíritu de esa madrugada en el Río Sapo, el agua fresca, los guacales como tambores, la sonrisa de éxito de nuestro estudiantes de Apopa cuando me enseñaban que el silencio también es sabiduría... en un salón de clases, con o sin paredes, eso está en mis manos. Es ahora cuando la experiencia Bread Loaf se vuelve más relevante para mi. Estoy agradecido.

Enrique.
Atlacacemelli (Troublemaker)

miércoles, 24 de febrero de 2016

Aquí y allá


En medio de Bachata Rosa y  mojitos, Sabina y Presidente, brisa marina y saxofón, tráfico y El Malecón, Enriquillo y la Reina Isabel, imperio y esclavos, educación y pobreza, río Ozama y la Ciudad Colonial, ciudad ancestral. Así es como viví Santo Domingo entre septiembre y octubre.

Mientras caminaba, casi bailando el paso a paso rebosante de fiesta por las calles llenas de merengue y bachata, se me hizo difícil ignorar la similitud de lo que respiraba, la carencia de muchas cosas triviales, pero esenciales como en toda Latinoamérica. Recordando ambos lados de una ciudad, lo que sobra y lo que falta, yo recuerdo la basura y el hedor a fosa séptica, pero quise más enfocarme en la gente, en esos caribeños llenos de espíritu, bueno o malo, hasta hoy no puedo definir sin tomar una postura. Solo preferí disfrutarlo en un ameno saludo o simplemente una mirada indiferente. Era un visitante más, desde El Salvador. Extraño pero a la vez familiar. Puede resultar más cómodo ser neutral, más que en patria propia, por el miedo a la polarización de cada perspectiva. No quiero sesgarme,  no quiero polarizar mi juicio, como es costumbre. Solo quiero sentir.

Una semana me refugié en conversaciones de otros intereses, pláticas en los colmados, las bancas y los taxis de todo color, con aire o sin aire. Busqué escuchar otras trivialidades ajenas a lo que aquí vemos en la prensa. Solo por una semana me olvidé del temor, de la paranoia colectiva que vivimos en nuestro país, sentí esa paz de no tener que caminar siempre mirando sobre mi hombro. Olvidé en esos días, como todos los problemas de mi país se esconden tras una enorme pared llamada violencia.

Yo no quería ser un turista, solo quería caminar y conocer lo que los folletos viajeros no me mostraron, lo que una rendición de cuentas puede maquillar, quería ver más allá de esas playas de blanca arena y agua color turquesa con gente que sonríe al extranjero… quería ir más allá del propósito de mi visita, más allá de mi asiento en un congreso, quería llevarme más de lo que los discursos dentro de una universidad privada quiere alcanzar, más de lo que los representantes de 20 países querían decir. Mucho de lo que escuchaba, con lo que veía en las calles, mi juicio aterrizaba en más segmentación, más impedimentos, más segregación, más límites.

Fué un viaje lleno de ignorados, lleno de necesitados, íconos de la tan llamada cultura popular. Necesitados no solo de dinero, no solo de oportunidades, más de educación. En un lugar tan inesperado, sentado siempre servicial estaba Don Ramón. Un mulato sonriente, con muchas canas rizadas que compensan su sincero saludo "¡Mi helmano!¿como tu etá?". Al escucharlo no puedo evitar pensar que esperaba propina por sus palabras. Aunque yo también quisiera encontrar esa dosis de felicidad en un rol tan poco usual como conserje de baños de caballeros y ver pasar el tiempo solo ofreciendo jabón y toalla. Reía contagiosamente y contaba historias tan breves pero honestas de sus tres hijos y su esposa como si fuéramos amigos de años. Contaba de sus devaluados turnos de trabajo y como se vuelven tan necesarios para impulsar y mantener los sueños de sus hijos que ya están cerca de asistir a la universidad. ¿Quizás aspiran ser parte de esta misma universidad en donde me siento a escuchar sobre el derecho popular a la educación para el desarrollo de un país? ¿Educación para quién? ¿No hablan ellos de la educación emancipadora del ciclo de pobreza? ¿Están realmente enterados de la distancia entre estas aspiraciones y su acceso a la educación?¿Hasta dónde Don Ramón podrían costear este sueño? ¿Hasta dónde llegan sus propios sueños?
Yo no me atrevía a preguntar más, solo lo deje ser, una vez más quise saborear el momento. Mas no logré evitar ver en sus ojos entre abiertos del desvelo, que tiene mucho más que decir, pero lo disfraza muy bien mirando hacia al suelo mientras sigue sonriendo y solo se acaricia su canosa cabeza. Reconocí que Don Ramón no buscaba una propina. Solo quería acortar nuestra distancia de visitante y anfitrión.

La rumba seguía en la Avenida Washington, en donde Don Miguel atiende un viejo casi clandestino puesto de comida. Ofrece de lo mejor de la isla, el Mofongo servido por la morena asistente Jaqueline en el parqueo de un edificio en ruinas. Cobrizo fornido y orgulloso ex militar elocuente al que con su uniforme todos debían saludar reverentemente. Padre de 5 todavía descendientes tahínos de los que dice que a cada una de las mamás él tiene cuidadas. Me cuenta historias de eso y de aquello, de aquí y allá, de ayer y hoy, de todo un poco. Desde Juan Bosch hasta la ansiada revolución que todos callan y que nunca han tenido, desde los haitianos vendiendo frituras hasta la tiranía de Trujillo. Mientras, Jaqueline observa de lejos y espera que Don Miguel se ausente un momento para aprovechar a susurrar una pregunta: “¿Tu ere casao?”. En un momento dice lo que tiene que decir, que vivir así no es fácil, que su hija necesita un papá y que ella a lo mejor necesita un boleto de salida. Mientras, yo solo pensaba en nuestras mismas jaulas pequeñas o grandes, de oro o de papel, dispersas en el mundo de las que de una u otra forma queremos escapar, sin importar si perdemos la vida en solo intentar. Pensé en cómo otra gente pueden encontrar una llave en nosotros y nosotros en ellos, que no las vemos aunque estemos desnudos. Pensaba en hasta dónde llegaría Jaqueline por cambiar su suerte que seguramente iba a ser igual al siguiente día y al siguiente, pero más pensaba en las decisiones ante sus opciones que la llevaron ahí.

Ahora como simple espectador y como resultado también de un sistema educativo público, necesitado e ignorado que me hizo memorizar fechas y pioneros de la conquista y sus virreinatos, pero sin pensar en la gente de todas las matices de piel morenas que ahora bailamos a los pies de las estatuas de nuestros conquistadores, monstruos que veneramos como héroes que nos trajeron la salvación divina y la educación que nos enseñó a saber menos y a erguir más de esos gallardos monumentos, nombrar nuestras calles con nombres ajenos, que nos enseñaron a leer sin pensar, a obedecer sin cuestionar la letra con sangre; pienso en cómo el sólo conocer la Leyenda Rosa de nuestras historias nos condena a repetirla, en diferentes ciclos. Es curioso reconocer lo felices que  somos y olvidamos siempre y cuando obtengamos satisfacción, no importa cuán efímera sea. Entonces y ahora. Aquí y allá.

Cuando recuerdo a Don Ramón, pienso en los espacios que extrañó para confrontar,  para ser parte de algo, para ser escuchado, para ser el eslabón que rompa el ciclo.  Pienso en Jaqueline y su hija y su falta de experiencias y opciones para aspirar, para descubrir, para ambicionar, también para romper el ciclo. Cómo Don Miguel pudo ser un ilustre conocedor de su historia, generador de cambios. Añado a mi lista a Raúl, un pequeño mulato que señala con su índice mis zapatos de lona, al igual que la estatua de Colón señala su avaricia, pidiendo lustrarlos a cambio de un par de pesos que le alcancen para algo más que sólo llamar por teléfono, al final no tiene a quien llamarle, ni le serviría. No habla, ni oye, me traduce José, su primo y compañero de aventuras nocturnas. Aquí agrego a las incontables prostitutas que se pasean de cuadra en cuadra en la Calle El Conde en la que se congregan otros incontables turistas que encuentran un paraíso exótico de fin de semana, un contraste indeleble. Más toda esa gente de los olorosos barrios y ese niño, casi adolescente desnudo a la orilla de la calle y de todo lo que él representa.

Puede haber un millón de razones por las que ellos se hicieron quienes son ahora. Pero en mi contexto, ya no como simple espectador, sino como docente, la necesidad natural de cuestionar todo con lo que no estoy de acuerdo me lleva a querer encontrar respuestas
¿Cómo la experiencia educativa pudo y puede ser más significativa para todos? ¿Qué querían lograr al entrar a un salón  de clases, si es que entraron? ¿Cómo se atendieron  sus intereses, sus necesidades, sus estilos, sus logros? ¿Qué tan distante está el discurso del acceso a la educación y de cómo en realidad llega al pueblo? ¿Cuál es el nivel de calidad que queremos seguir abanderando? Si bien, la formación del ser humano es multidimensional, la escuela no  debería ser transitoria, mucho menos alternativa. En ningún lugar, ni aquí ni allá.

Yo me sentí iluso, impotente en la vorágine de la inconformidad, pero suficientemente identificado, casi en casa, abracé ese sentir no sólo de una isla, es un sentir de un mundo. Reconocer que hay mucho por hacer, cuestionar, pensar y hacer más. Desde ahí, intenté encontrar respuestas a mis preguntas elaboradas en la noche a la luz de la mañana en medio de aquel salón elegante, lleno de gente educada, de gente que lee, de gente que escribe, que empuja, que interrumpe, que no espera, que no saluda, que irrespeta, que no siente. Gente que habla vastamente de diagnósticos que me confirman lo que ya sabía, lo que vi en esas calles, que es importante aprender a leer y escribir, analizar y reflexionar, crear y proponer. Hasta hoy, no creo haber encontrado ni siquiera migas de pan que me guíen al camino de los acertijos que ansiaba resolver.

Divago en mis respuestas, es fácil encontrar culpables, cuando lo que quiero encontrar ya no es lo importante, si no en cómo se vuelve importante. Con un currículo envidiablemente diseñado en toda la región, en El Salvador, yo quiero más. Creo que todo está en el aula, en el diálogo, en el socioconstructivismo, en la inserción. Las respuestas están en lo que yo puedo hacer, con lo que tengo. Yo quiero dar voz a mis estudiantes para que sean libres exploradores, importantes, soñadores y realizadores, que todos son protagonistas capaces de reescribir su propia historia. Que todos son héroes. Yo quiero creer que desde un salón de clases en una escuela remota en medio de los cerros, hasta los estudiantes en un aula de una prisión, son ellos, el eslabón que rompe el ciclo. Aquí y allá.

sábado, 8 de agosto de 2015

Revolución (Hardend)



No privilegiado, la naturaleza le negó caminar,
No conocía más que los cerros de lejos,
en la tierra que viste un cinturón de lagrimas,
lleva el nombre de un sueño, una Centroamérica unida...

"¡Quiero aprender, quiero saber!"
Le rogaba a su madre,
Morena como él, morena como su tierra,
Arrastrándose juntos, querían cambiar su mundo 
o al menos a la gente dentro de el...
Cuando se nace en la pobreza, el acto mas grande de rebeldía contra el sistema 
es armarte de saber, es poder, eso es...

Coro
REVOLUCIÓN...!         RE-VO-LU-CI-ON! (4x)
Ahora sonríe,
el papel le susurra sus secretos
y le regala el derecho de soñar...   
Un día, en un grito se despierta,
se levanta, alza su puño y corre... 

Volaremos y tomaremos hasta el cielo por asalto en un concierto de estallidos...
Con mi voz y tu voz, gritaremos...

Coro
REVOLUCIÓN...!       RE-VO-LU-CI-ON! (4x)


Educación es la solución,
Educación a nuestra nación,
Educación hace la union, 
Educación es revolución...

*Canción parte del EP "Época de gloria " de la banda hardcore Hardend
https://hardend1.bandcamp.com/releases

domingo, 2 de agosto de 2015

Desaparecido (Hardend)

Salió una mañana con el sol, besó su frente, no lo dijo, pero siempre lo pensó; 'antes muerto que no verte otra vez'... Gritos, disparos y sábanas de sangre, encerrado en la oscuridad, gime una oración, que nadie escuchará, hoy sus ojos para siempre se cerrarán... Coro:
Aquí es donde su voz se apaga, aquí es donde sus sueños se acaban... Desapareció, hay un vacío en el cielo y no hay consuelo desapareció, solo queda una sonrisa en una foto en la pared, ella no deja de llorar en cementerios clandestinos....

Coro:
Aquí es donde su voz se apaga, aquí es donde sus sueños se acaban..
El tiempo pasa lento, las pesadillas han parado hace mucho ella dejo de esperar, se cansó de buscar, ya no quiso perseguir cabezas rodantes en el patio de una escuela, el morbo de las noticias...
*Letra de la canción ¨Desaparecido¨ de la banda hardcore Hardend, parte del primer EP ¨época de Gloria¨
https://hardend1.bandcamp.com/releases

sábado, 1 de agosto de 2015

La odisea de un éxodo



En un breve descanso, mis pupilas se rodean de verde, mis rechonchas mejillas sienten la brisa húmeda de agosto. Mis pies descalzos, inquietos cuando al cerrar mis párpados vuelven a mi mente.

Recuerdo el delirante calor de los incontables pasos, la pesada lluvia y mas el granizo. Pero mas recuerdo la incertidumbre y el temor que había provocado la prensa sensacionalista. Cada una de esas parecieran mil mañanas y mil noches poniendo dentro de la mochila el riesgo, la incomodidad, el cansancio, el edor de un día largo de trabajo, la inhumanidad. No había espacio para mas, ni siquiera para la dignidad. Perdimos mucha vida viajando en la oscuridad de la madrugada y de la noche apretados y rebalsando en la cama de un camión.

Cada jornada, una nueva aventura. No necesariamente divertida. La vida a la que estábamos habituados había sido puesta en crisis. ¿Acaso aquel caos que tanto amamos podía ser peor? Era difícil pensar que las decenas de caminantes nocturnos nos daba exactamente la respuesta que no queríamos aceptar.

La ingeniosidad parió ideas que hasta los menos oportunistas usureros supieron aprovechar. Nadie sabía con certeza lo que pasaba. Todo se manejaba a nivel de suposiciones, supersticiones y anonimato de los verdaderos autores de la semana del 27 de julio. Justo antes de las fiestas, antes de las vacaciones que también querían ser abortadas justificando el progreso económico. Era tan necesario que como yo, todos pudiésemos tener un tiempo para digerir y defecar semejante nivel de egoísmo. Ya mucho disgusto habían causado la lujuria por el dinero.

Los rumores hablaban de boicot con lucro político, de antesalas desestabilizadoras de un golpe de estado, conspiración de acuerdos de empresarios con pandillas, del gobierno con cooperativas, de un submundo incontrolable, de muchas cosas, pero nosotros aquí, la gente vimos muerte en el asfalto como causa y efecto, nada más. Quizás conocer solo esos rumores hubiera sido más humano que vivirlo, pero recuerdo que esas dosis de realidad son las que nos hace ser quienes somos y que no podemos creer que las consecuencias de esas decisiones nunca van a llegar a nosotros, que nunca reventarán nuestras burbujas.

De lejos, muchos espectadores especulaban incrédulamente. Pero si una de mañanas o tardes no vivieron esta odisea, sus palabras no carecen de valor. Otros a cucharadas de inmensos sorbos se atragantaban de lo que la televisión decía en medio de los consejos de cuidado de una abuela, madre, una esposa y una hija. Decían las empresas haber perdido millones. Culpaban a quien los noticieros quisieran hacer ver como culpables. Todos unas marionetas de una mano negra gigantes que gotea dividendos. No supe entonces adonde se dirigían aquellas flotas rebosantes de gente por las mañanas, si no iban para sus trabajos.

Vivimos una paranoia colectiva. Veía a los soldados y policías apuntando con sus armas de todo lo que sospechaban. Y si, si sospechaban de todo. Era lógico la muerte había visitado a muchas familias arrebatando padres, hijos, hermanos, hijos y amigos. Con sus fusiles querían no sentirse vulnerables, nadie quería. Pero muchos, como los combatientes callejeros eran casi niños, demasiado jóvenes para morir, traídos de sus cantones a proteger desconocidos, sin saber si iban a regresar o si tan siquiera les iban a pagar. Nadie parecía resolver nada.

"Vivimos en tiempos de guerra" decían las personas mayores. Pero antes, había un propósito, hoy no.

Yo, en medio de este tablero de juegos me sentí diminuto. Fue muy fácil para todos perder la fe. Sentí retroceder al oscurantismo, me convertí en una oveja parte de un rebaño sin pastor. Yo, al menos, me creí que no era suficiente, una causa perdida, creí que lo que hago era una pequeña e indiferente gota en el ancho mar. Pero alguien me susurró al oído y calmó mi ansiedad. Son pequeñas gotas que juntas pueden causar una marea. No es necesario resolver todo el problema para ser parte de la solución.

Me convencí entonces que somos mas. Que somos fuertes. Unidos somos aun mas fuertes. Nada de esto nos detuvo. Nosotros si hemos resuelto sobrevivir. En medio del éxodo cíclico, caminé con valientes que se reían de la muerte engañándola en su propio sendero. Caminé con jornaleros soñadores de un mañana. Patriotas, que no quieren dejar esta tierra a sus hijos en las manos de aquellos que se hacen ricos con el miedo de sus hermanos. Somos más los hacedores.

Sobrevivimos. Seguimos viviendo con nuestros enemigos. Pero, ¿Qué mérito tiene amar a nuestros amigos cuando el verdadero reto es amar a nuestros enemigos? 

 ¿Ahora qué vamos a hacer después de aquí?